martes, 24 de agosto de 2010

Plan 25 horas + tiempo libre.




Era la tercera vez que le llamaba ese día, al final descolgó el teléfono, y sin que ni siquiera me dejara abrir la boca empezó a decir:

Le despertaron las voces del pasillo, lamentó haberse quedado dormido, era un inicio demasiado fácil para un cuento. ¡Llamaré a la policía!, ¡mira cómo voy, en batín!, yo no sé nada señora… hable con el administrador… Se fueron multiplicando las voces hasta llegar a unos algoritmos anárquicos, como un estornudo de Deep Blue (el robot ajedrecista) y ya no sabía quién hablaba ni quién movía ficha. Consiguió distinguir que se trataba de un problema de humedades, tenía la sensación de que pasaba algo gordísimo a baja escala, como si un meteorito destruyera una maceta. Salió al balcón por instinto, ahí estaba el motivo de alarma, un río de la anchura de un coche saliendo por el portal y resbalando calle abajo, había llegado el deshielo espontáneo del edificio. Ellos lo asociarían a una avería en las cañerías, unas fuertes goteras transitorias, pero él tenía claro que aquello llegaba a su fin. Pisó un poco por el suelo, todavía seco, le quedaban unas cuantas horas, apretó la mejilla bien fuerte contra la almohada, las voces del pasillo se transformaron en ligeros ruidos de reloj, en latidos del corazón, en respiraciones sedosas de gente imaginándole dormir.

_ ¿Señor Ruiz Castro? Me vi obligado a decir, aguantando el tipo lo mejor que pude.

_ Sí soy yo, me respondió desorientado, con su voz crujiente y en avance de manada.

_Le llamamos de Vodafone para informarle que su nuevo plan 25 horas + tiempo libre se ha activado hoy mismo.

_Ah! Vaya, gracias, creía que era otra persona, lo siento.

_No se preocupe señor Ruiz, no hay ningún problema… ya había colgado.

Fui a contárselo a mi jefe, escuchamos juntos la conversación registrada y nos reímos un rato, aunque al final se nos quedó mal cuerpo. Debatimos sobre quién puede contar una historia por teléfono sin que nadie le diga nada. Pensé que quizá hay gente que se gana la vida así, alguien que quiera oír un cuento corto al azar, marca un número y escucha lo que le dicen, no sería una mala idea.

Cerré yo la oficina aquella tarde, quería dejar listo mi escritorio para el fin de semana, puse la alarma y salí a la calle. Cuando miré abajo tenía los pies empapados, no sabía muy bien hacia qué dirección iba la corriente.

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