lunes, 8 de junio de 2009

Gracias

El sofá lo traían por la mañana, un miércoles. Gracias a que tengo un trabajo muy flexible, no me importó la incomodidad del horario. Solo en casa estaba, gracias a que hace tiempo que no tengo pareja. Puse un disco de un tal Pier Bangini, un cantautor italiano que tiene unas letras magníficas, todas tratan sobre un dentista obsesionado con las máquinas tragaperras.
Gracias a que tengo bastante paciencia me senté delante del sofá, del sofá viejo, al que le quedaba muy poca vida en casa, y le hice un homenaje quedándome ahí parado mirándolo sin pudor. A todos nos toca nuestra hora y ésta era la suya. Muchas películas, muchos libros, muchas siestas, pocas novias, muchos discos, muchas hamburguesas, muchas desilusiones, pero amigo mío en breve ya no estarás aquí y a nadie le importará. Afuera hacía un buen día, o eso me pareció hasta que llamaron a la puerta, era el de la tienda de muebles y estaba empapado, eché una ojeada por la ventana desde la puerta y hacía sol. Gracias a que soy curioso le pregunté qué le había pasado porque afuera hacía sol, me dijo que nada, que había tenido un incidente, entonces entró con su compañero, los dos empapados, se llevaron el sofá antiguo. Gracias a que los sofás no piensan, no le extrañó que lo trasportaran trabajadores mojados en un día soleado.
Trajeron el nuevo sofá y lo colocaron donde el antiguo. Era de piel negro, con las patas de aluminio, sanas y resistentes. Firmé el albarán y se fueron. Me senté suspirando, me levanté enseguida, tenía el culo empapado. ¡Pero qué demonios le ha pasado a esta gente!. Gracias a que no entendía nada volví a mirar afuera, el día era claro. ¿Se habrían caído al mar?. Quité los cojines, los saqué a la terraza para secarlos un poco. Parecía un atún gordo y muerto, o quizá una gran rata mojada en medio de mi salón.
Pier Bangini cantaba por los altavoces la parte en que el dentista descubre un bar, donde la máquina tragaperras tiene forma de mujer, las ruletas giran por los pechos y el dinero cae por la vagina robótica.
Gracias a que tenía salchichón y queso, me hice un bocadillo y me senté enfrente del nuevo sofá, viendo como goteaba y humedecía todo el suelo, mientras por el contario el bocadillo me había quedado un poco seco. Bangini acabó sus historias, se fue la luz del sol, y terminé con mi merienda. Gracias por haberme leído.

4 comentarios:

Rodrigo dijo...

Tus escritos tienen mucho de los grandes. Hay millones de libros por leer.

Ya me activé (parcialmente).

Saludos.

el lobohombre dijo...

Gracias Rodrigo, tus comentarios siempre son muy gratificantes, pero los grandes lo son demasiado. Sí millones, me olvidé de nombrarte a Boris Vian la otra vez, para mi dentro de esos grandes. Me pasaré por tu rincón a leerte.

Un saludo!

guillermeek dijo...

eres bueno, chico!

el lobohombre dijo...

En gran parte GRACIAS a tus influencias de tus influencias.