viernes, 22 de mayo de 2009

Ramón White

Ramón White siempre contaba la anécdota aquella en la que una tarde, un repentino antojo de aceitunas le obligó a bajar al supermercado. Cruzó la puerta y estaba aquello repleto de gente, pero con la excusa de que sólo iba a comprar un bote de aceitunas pensó que le dejarían pasar en la cola. Llegó al pasillo adecuado, no supo si coger las rellenas de anchoas o las que tienen hueso, durante un tiempo de duda cogió las dos. Caminando decidido hacia la salida, no pudo esquivar el pasillo del embutido y el queso, pasó lo más rápido que pudo, pero el olor accionó las glándulas salivares, como cuando se aprieta el tubo de pasta de dientes, y la saliva esclavizó el cerebelo de Ramón, agachándose éste a por una bandeja de jamón serrano, una pieza de lomo, y medio queso manchego. Tenía las dos manos ocupadas, pensó que sería el obstáculo adecuado para no tener que comprar nada más, así hacerse la víctima y poder avanzar en la cola.
Miró todo lo que llevaba, sin decir ni una palabra intentó defenderse de la relación causa-efecto, si se come salado se tendrá luego sed, pero no lo logró, ayudándose de una cesta abandonada en uno de los pasillos, asió un pack de seis cervezas y un litro de agua. Sabiéndose ya perdido, Ramón compró fruta, pasta, carne y huevos, viéndose abocado al tedioso proceso de hacer cola.

Cuenta que una vez se colocó en la única caja que había funcionando, había una cola formada por unas cuarenta personas. Echó una ojeada y cuál fue su sorpresa al ver que todo el mundo llevaba únicamente un bote de aceitunas. No se lo podía creer, uno le decía al otro: ¿Me deja pasar, sólo llevo unas aceitunas?, y el siguiente le decía: yo también llevo sólo unas aceitunas. Así que nadie pasaba a nadie, pero la cola no avanzaba. Ramón decidió acercarse y vio que el cliente al que le tocaba turno llevaba una cesta que juraría era una alcantarilla, bajaba cogía un producto, subía lo colocaba en la cinta y la cajera lo anotaba, volvía a bajar y a subir, y así llevaba veinte minutos, mientras la demás gente de la cola seguía preguntándose de atrás adelante si podían dejar pasar pero el de delante del de delante siempre decía que él también llevaba sólo unas aceitunas. Se había convertido todo ello en un bucle, y Ramón dejó que todo cayera por su propio pie. Cayó cuando abrieron la otra caja, se cambió rápidamente, colocó todo los artículos y le dijo la cajera: Serán 45,60 €, Ramón solamente llevaba 42,90 €, así que tenía que dejar algo, apartó rápidamente los botes de aceitunas, toda la gente lo miró con cara incrédula, mientras el cliente de la cesta-alcantarilla bajaba y subía, bajaba y subía. Pagó y se fue corriendo de ahí. A partir de entonces Ramón White siempre cuenta la misma historia una y otra vez, en bucle, una pieza de videoarte proyectada en un monitor en la Galería Bacon, c/ San Francisco nº 4, de 10:00 a 18:00, hasta el 29 de Junio.

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