domingo, 24 de mayo de 2009

Amigos


¡Vamos, qué te pasa!, le dijo el amigo pasándole el brazo por el cuello, te veo triste. Es que no quiero ser yo, le dijo el amigo, no me gusta mi trabajo, no me gusta mi cara, no me gusta mi forma de ser. El amigo salió al balcón y le dijo: ¡sal aquí hostias!. Mira ese matrimonio que pasea con el bebé, cada noche tienen que hacer turnos para levantarse y darle el biberón, explicarse qué le pasa a la criatura porque no deja de llorar, ir al pediatra, estar preocupados porque tenga una niñez feliz, una adolescencia ejemplar y un futuro esperanzador, ¿quieres eso tú?. No, dijo el amigo.

Mira ese gordo que pasa por ahí, el pobre sabe que es gordo pero no puede hacer nada para evitarlo, es genético, es genéticamente glotón e infeliz, porque ahoga sus penas comiendo pollo, cerdo y pasta, cordero, bollos, queso, jamón y bebiendo litros de leche y zumo de arándonos, deglutiendo sin masticar pasteles, natillas y flanes, temiendo el pronóstico clínico que le dictan cada revisión trimestral en el hospital público, ¿quieres eso?. No, volvió a responder.

Mira a esa parejita joven, vestidos con ropa de marca, mira como se mueven despreciando el entorno, malgastando el dinero en cosas superficiales como la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga, que no sabe que la engañó con su novio hace un año. Mira como se ríen de la gente sin reírse, mira los pocos libros que han leído en su vida, el poco interés que tienen por nada, sólo por gastar dinero, y para qué leches sirve el dinero si no tienes ilusiones. ¿Quieres eso?. No, respondió el amigo triste, pero parecen felices, se tienen el uno al otro. Y ese es un gran fallo, replicó el amigo carismático, porque en realidad no se tienen, sólo tienen el tiempo del otro pero nada más, en tres meses, mientras vean un reality show en la tele, o cenen en un restaurante sin decirse nada, o estén de viaje por Creta sin saber qué diantres hacer en Creta, se darán cuenta que lo que quieren es pasar página pero no podrán porque el libro ya se habrá terminado.

Mira esos abueletes con glamour, con una presencia imponente entre los árboles, él de negro y ella de marrón tan a conjunto, pero sólo les queda un tercio de vida, quizá menos. Parecen enamorados, o a lo mejor simplemente están cansados de no estarlo y se aguantan lo mejor que pueden. Quizá quién sabe, uno tiene una pasión celestial por componer canciones, y ella por podar las plantas de su jardín, pero y qué, les quedan quince o veinte años como mucho y después dejarán de existir y nunca más volverán a verse, ni a hablarse, ni a tocarse. ¿Quieres eso tú, teniendo cincuenta o sesenta años por delante para hacer cosas? Por favor, no claro que no lo quieres, sin que pueda responder el amigo que habla poco.

Mira ese hombre haciendo footing, su novia o mujer o amante está preguntándose ahora mismo si no será otro hombre el que necesitarán, si no habrá algún hombre que piense más en ella que en su trabajo, o en sus actos sociales. Estoy seguro que este hombre necesita ir a dos o tres fiestas a la semana, dejarse ver, flirtear con chicas guapas que no sirven sino para ser guapas, hablar de cosas como el comercio en Asia, los accesorios de su BMW, o la final de Champions league, ¿quieres ser así tú?. Hombre no estaría mal tener una mujer esperándome balbuceó el amigo B, mientras el amigo A cierra los ojos y suspirando dice: tienes mujeres esperándote por todos lados tío, joder parece mentira.

El amigo seguro de sí mismo se gira y le dice al colega, todo esto que te estoy contando no es más que ahondar en la herida estereotipada de los personajes que hemos visto, gente que no conozco de nada pero que puedo asegurar al 100% que no me equivoco, y si me equivoco es a mejor.

Cogiendo el abrigo del perchero: eres quien quieres ser, sólo te faltan un par de cojones para creértelo, y eso no te lo puede dar nadie. Sale y cierra la puerta.
El amigo con crisis existencial, sale al balcón y ve al amigo dominante que se gira, le hace una seña con la mano como de disparar con una pistola. El amigo presente le hace una señal desganada con el brazo, mientras piensa: ¡Dios mío!, ése seguro que no quiero ser.

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