sábado, 27 de diciembre de 2008

Sangre, sudor y lágrimas


Era el último punto del partido, Jacinto sacaba y Agustín restaba, llevaban dos horas de encuentro, sin público, pero con el orgullo en juego. Jacinto sabía que era infinitamente superior a Agustín, pero éste, defendiéndose como un jabato, le sacaba de sus casillas, por lo que Jacinto actuaba mandándole pelotas al cuerpo, que velozmente Agustín iba esquivando.

El sudor corría en círculos y azarosamente alrededor de los ojos de Jacinto.

Agustín restó sin problemas, y lanzó la pelota lejos del alcance de Jacinto, que corriendo salvajemente, consiguió tocar la pelota lo justo para colocarla al otro lado de la red, dónde esperaba Agustín listo para rematar la faena, ganar el punto, el juego y el partido.

Jacinto no se lo podía creer, había perdido frente a aquel cretino, le saltaron unas cuantas lágrimas, que se pusieron a correr al lado de las gotas de sudor, en círculos, su cara era ahora un gotódromo.

Agustín sonriente, se acercó a la red para darle la mano a Jacinto, dónde éste encolerizado, le estampó la raqueta de madera en el cráneo, una raqueta que cada vez que sacaba de la funda le olía a cine abandonado, saltándole unas gotas de sangre a la cara, y uniéndose así, a las gotas de sudor y lágrimas. Una alborotada carrera minúscula se presentaba alrededor de la mirada de Jacinto, todas corrían y corrían, y poco a poco, las gotas de sangre de Agustín corrían más deprisa.

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