sábado, 20 de diciembre de 2008

Ernesto-lector, lector-Ernetso parte I


La tarde pasada Ernesto tuvo que ir a “El Príncipito”, un centro comercial que se encuentra a las afueras, con un vale de descuento para unas zapatillas deportivas.

Ernesto tiene unos veintisiete años pero todavía no ha sacado el ser humano que lleva dentro. Mirando las tiendas una por una, y deteniéndose delante de cada escaparate, sacando el papel cada vez que se detenía, colocándose las gafas cada vez que tenía que leer el papel, mirando hacia arriba cada vez que tenía que verificar el cartel, Ernesto carecía de explicación ante las miradas de los transeúntes, que por otra parte, no hacían más que pasear sin destino, igual que una banco de peces en un acuario.

Ernesto le enseñó el papel a un policía, que lo cogió con sus manos mantecadas y miró hacia el final del pasillo, si no me equivoco está por ahí –dijo el policía, Ernesto cogió delicadamente el papel y se encaminó de nuevo, deteniéndose en cada escaparate y sacando el papel cada vez, sin que la indicación del policía le hubiera servido.

Al poco rato se le acercó una joven, alta, morena, con el pelo ralo y gafas rojas muy finas, tenía una nariz desproporcionada que le hacía cara de gárgola, no dijo nada, solo le dio un papel que ponía: ¿Desea adelgazar?, visite nuestro centro estético y de salud. Ernesto se quedó veinte minutos mirando el papel, leyendo una y otra vez la frase, una y otra vez, una y otra vez, hasta que el policía se le acercó y le preguntó si se encontraba bien, Ernesto levantó la cabeza y le enseñó al policía el nuevo papel, éste lo sacó fuera, y le recomendó que no volviese: mejor que no te vuelva a ver por aquí –dijo el policía, y Ernesto se quedó mirándolo de reojo mientras aquel se metía de nuevo en “El Príncipito”, y así se quedó otros quince minutos, como si la frase del policía le estuviera llegando en muletas y por bloques. Giró el papel de la joven: c/ Jacinto Estrada número 6, y hacía ahí fue.

Llegado al punto deseado, nuestro joven llamó al telefonillo, nadie contestó, se echó un poco para atrás y miró hacia arriba, todo parecía estar cerrado, decidió sentarse en un banco que había cerca de ahí. Estaba algo cansado, así que se echó. Poco a poco y sin darse cuenta fue quedándose dormido. Tuvo un sueño, uno cortito, servido en vaso de chupito. Veía a un hombre vestido con una camisa de rayas y sombrero, que tenía en el muslo derecho un corazón, y le latía al mismo ritmo que caminaba.

Se obligó a despertarse, ya era de noche, se quedó sentado largo rato, mirando a un punto tan pequeño que no existía. Intentando volver en sí, oía a la gente pero no la miraba. Se levantó y se movió hacia el punto que miraba y que no existía, un punto que solo estaba en la mente de Ernesto, ahí se quedó arrodillado, la gente pasando por detrás.

Al cabo de un rato se giró despacio y se topó con una farola en la que ponía: Fiesta universitaria, Viernes 15 en la Sala Flash, Bus 21. Ernesto buscó la primera parada, y se sentó a esperar. Era miércoles y el 21 no pasaba por ahí.

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